El tiempo fue insuficiente y renunció a la universidad. Ahora todos los días los dedica a conversar con novias, a buscar referentes, a estar inmersa en historias de amor. A su lado están Karina, Mayra (sus dos primas) y Guillermina (su tía) y juntas han creado un equipo de contención que sabe que el número de imprevistos equivale al número de invitados. Ella es la creativa, Mayra es la visual, Karina es la productora y Guillermina es la artesana. Ellas junto al resto de su equipo de montaje y producción, son imparables. Se miran y encuentran esa serenidad que atesoran. Son un cuarteto poderoso, supremo, infalible.

Un día antes de cualquier matrimonio, intentan dejar todo listo antes de las seis de la tarde y así, a la mañana siguiente, se levantan con un buen café dispuestas a prever cualquier percance. Ocho ojos pendientes de todo el escenario. Cuatro corazones palpitando al ritmo de los novios.

Un equipo vibrando en una misma aura. ¿Cuál? La que ellas mismas crearon: fresca, sencilla, ausente de recargos. Equilibrada, armónica, íntima. Tienen maestría absoluta en playas, en decoraciones eclécticas con follajes, ramas secas y raíces, frutos; en carritos con raspados y cocteles frutales; en iluminación cálida y esteras con cojines, en enredaderas y brindis frente al mar.

Y al notar que la planeación, la organización y la coordinación fluyen como ríos, y que todos los planes A, B y C funcionan, a este cuarteto enamorado de las historias no les queda de otra que ser cómplices de los novios y decirles: disfrútense este día, esta noche, si se untan de arena, sonrían; si la lluvia no avisa, mójense; si el sol quema fuerte, abrácense… ¡Todo es parte del encanto, todo está bajo control!