La habilidad ya la tenía y decidió formarse primero en Medellín y luego en Nueva York, donde se especializó en MakeUp Forever Academy. Empezó maquillando y peinando a sus familiares y amigas y lo que inició como un gusto, se convirtió en la marca que no solo lleva su nombre, sino también el amor y la pasión que confiesa por todo lo que hace. Las novias son sus consentidas. Las de aquí y las allá, las que llegan de Londres, de Arabia Saudita o Estados Unidos. Acompañarlas y ser parte de uno de los días más especiales de cualquier mujer es para Sandra un motivo de orgullo.

La prueba de maquillaje y peinado es un encuentro clave. Para conocerlas, para descifrarlas. Para descubrir sus gustos, sus preferencias. Para convencerlas de que incluso maquilladas pueden lucir tan naturales como quieran. Para ensayar sin afanes lo que les queda y lo que no. Para encontrar caminos, respuestas, para que las dos queden tranquilas. Un encuentro en el que Sandra no se enfoca en corregir defectos sino en la forma de potenciar la belleza, la exterior y la interior.

Es una convencida de que la felicidad se refleja. Tomar nota del estilo del matrimonio, la hora y el lugar, cómo será la decoración y el vestido de la novia le permite brindar una mejor asesoría y así acertar en su propuesta.

Para el día de la boda, Sandra empaca en su kit de maquillaje mucho más que brochas, sombras, pinzas o bases. La alegría, esa nunca la deja, y con ella ese chiste que aunque solo a ella y a la novia logra sacarles una sonrisa, sabe que es un antídoto certero contra el estrés; la prudencia, también va, para medir cuándo el silencio o una palabra a tiempo pueden lograr que la magia de este día se mantenga intacta.

Y la buena actitud, que siempre la acompaña, para hacer equipo con fotógrafos y wedding planners, para ayudar, para ir más allá del peinado y el maquillaje, para contagiar y contagiarse de felicidad. Para recordar que su deseo de niña es, cada ocho días y en cada boda, un sueño cumplido.