La idea fue de Camila, cuando después de un viaje en el que la nostalgia hizo de las suyas, quiso parecerse a su mamá y entonces buscó una pijama por las calles italianas. Una pijama que reflejara esa mística que tiene la noche, ese encanto, esa seducción.

No la encontró y volvió a Medellín con ganas de crear una marca que recuperara el valor de la noche, una marca que enamorara la piel y los ojos, una marca para que las mujeres se sintieran cómodas y hermosas, diosas de la noche y el amanecer.

No fue fácil convencer a su equipo. Sus abuelos maternos tuvieron durante 30 años un taller de confección, que después vendieron. Su mamá, diseñadora de modas, hizo parte de él mucho tiempo. No es imaginar diseños y ya. No es de la noche a la mañana. No es comprar telas solamente…

Camila escuchó muchos no y los transformó en un sí más grande que todas las excusas: sí es soñar. Sí era soñar. Sí, siempre será soñar para después lograr.

Y sí era imaginar diseños, pero también aprender a hacerlos. Sí era comprar telas, y a la vez diferenciar entre el satín la seda. Sí era calcular presupuesto y mantener la mente en la realidad. Sí era todo eso. Y más, mucho más: era crear un lazo indestructible aun más fuerte que el que ya existía entre las tres. Era aprender a trabajar en equipo, era recuperar la esencia de su mamá y los recuerdos de ellas. Era lanzar la primera colección y después la segunda. Era y sigue siendo coser sensualidad y sobre todo, era saber que Nótt estaba en ellas desde pequeñas y por lo tanto, lo único que hicieron fue seguir la intuición, esa especie de voz que le habla al corazón, más que todo, por las noches.