Ellos, de origen indio, auténticos, con historias en su interior, ocupan todo el espacio con su energía, poderosa y llamativa.  Ellos: cojines, escaparates, sellos, espejos, tapetes, baúles, consolas, cajoneras, lámparas, cajas, mesas, telas. Ellos: los tesoros que Sonia y Olga escogen, uno a uno personalmente, e importan directo de India para vender en Masala, su almacén, su negocio, su aura. Aquel que crearon hace 16 años, pero viene gestándose hace 30. Aquel que habita en una casa, de las fascinantes que la arquitectura de los 1.900 construía. Aquel que nombraron así porque le sonó bonito, porque en India significa “mezcla de especias o de diferentes tés para crear un buen sabor” y eso es exactamente lo que cualquier vida necesita.

En tiempos donde cada vez falta más “alma”, más encanto, más biografía a los hogares, Masala gana lugar; se vuelve imprescindible. Porque cómo no le va a poner belleza a una pared un marco tallado a mano en su totalidad.

Cómo no le va a agregar significado a una sala un tapete bordado por manos que aprendieron el oficio por tradición, cómo no se va a robar todas las miradas una lámpara de vidrio con figuras que representan historias, cómo es que la energía de India, de esa tierra inmortal, no es el regalo más eterno si te vas a casar.

Sonia, como en todo este viaje, está pendiente de tu lista de regalos, de tu gusto y tu anhelo. Te cuenta la historia de cada objeto como si fuera ella la propia artista. Te la cuenta y te la cuenta tan bien que imaginas el proceso, el país, la carga emotiva que cada uno lleva. Mientras lo hace, te lee como leyendo un libro, para descifrar tu estilo. Está tranquila, muy tranquila: sabe que cada regalo que te den, te estaba buscando más que tú a él. Sabe que un día, te despertarás y sentirás algo especial, que la energía de los que quieres te acompaña, que todo comienza a encajar y a conectar; que, por fin, le estás mezclando a la vida los ingredientes que te pedía.