Podría ser una paradoja contradictoria, esa de no estar sujetos a un plan, de no tener un checklist, de no estar sometidos a una estructura rígida; sin embargo, allí está la potencia: toda la poesía estalla cuando están libres de ataduras, de caminos trazados, de rutas establecidas. Son capaces de esparcir mucha belleza artística cuando exploran lo que va sucediendo y lo registran, como quien encaja sin mucho esfuerzo.
No es que no crean en lo que se planea, sino que eligen lo que surge, lo que brota: como el origen de un río. Así es su amor por la fotografía, libre y en movimiento. También es esa su apuesta: la de escapar de moldes, la de huir de certezas, la de inventar nuevas formas.
Son capaces de esparcir mucha belleza artística cuando exploran lo que va sucediendo y lo registran, como quien encaja sin mucho esfuerzo
Son una tribu que disfruta de la improvisación, de la fluidez, de ser como el aire y dejarse llevar por los sentidos. Son cuatro: Juli, Juandi, Santi y Pipe. Los define su ojo agudo y fino, su estética natural, su casi fobia a las luces artificiales y a los estudios, su manía por usar a la naturaleza como espacio supremo.
Con el tiempo, sus dos ojos y sus dos manos no bastaron; entonces, formó un equipo que transita en su mismo estilo: ese que tiene algo de fotoperiodismo, si aquello se refiere a documentar sin mucha pose y sin mucha ficción, pero también —con las novias arriesgadas— aquel que es más editorial. Sus fotos son una combinación de esas tres perspectivas: soltura, reportería y creatividad. El color también es un asunto relevante. Durante muchos años se dedicó a editar cada foto por veinte o treinta minutos y de esta manera encontró su propia tonalidad.
Juli y Juandi son novios. También socios. También la dupla que mira hacia un mismo horizonte. Van juntos a los matrimonios, ella toma las fotos y él filma. Se conocen bien. Él tiene una mente creativa, que deambula por el campo imaginativo.
Ella es tranquila, con una chispa espontánea. Es un alma intuitiva, se deja guiar por los diálogos internos. Es, además, un salmón, ese pez que nada en contra de la corriente para regresar al río. No lo hace por rebeldía (¿o sí?) sino por naturaleza y él aprendió a nadar en esa agua.
Son tercos, muy tercos, en el buen sentido de la palabra (es decir, que están convencidos de seguir pálpitos, no manuales) y les insisten mucho a los novios sobre el first look, para que puedan disfrutarse la fiesta, el coctel, la compañía y para que las fotos reflejen expresiones genuinas, auténticas. Van, de alguna manera, en contra de los protocolos tradicionales que han establecido los fotógrafos. A la final, lo importante es eso: saborearse el día, la noche, los besos, los abrazos y olvidarse que hay una cámara detrás o al lado.
En tiempos donde todos nadan con la corriente, Juli —y su equipo— prefieren ser salmones: como una pequeña revolución, como un recuerdo imborrable, como una foto bien tomada; inolvidable y perpetua.
Juliana Franco
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