Son esposos, amigos, socios. Se conocieron montando en bicicleta en una excursión en Chocó. No fue a amor a primera vista, no fue química instantánea, no fueron chispas chocando entre sí; pero con el tiempo se entendieron, todo sucedió. Montaban y conversaban: él ingeniero de diseño, ella diseñadora industrial; ambos muy académicos, profesores en ese entonces. Santiago es fotógrafo desde 1997. Viajó a un campeonato de ciclo montañismo en Suiza y su papá compró una cámara para retratarlo, pero fue él quien terminó retratando a sus compañeros. Leyó todo el manual, lo desmenuzó punto por punto, y aprendió lo que guarda dentro una cámara. Así continuó varios años, revelando rollos y vendiendo fotografías. Luego trabajó como ingeniero hasta independizarse y fundar la suya: Encuadres Fotografía.

Algunos amigos se empezaron a casar y a llamarlo, y el voz a voz se esparció. Entonces, a uno de esos matrimonios fue con Natalia como asistente. “Que no te vean, que no te escuchen, hazte invisible”, le dijo él. Sin embargo, Natalia, en su infinita espontaneidad y espíritu de servicio, cargó luces y lentes, pero también tranquilizó a la novia, conversó con la mamá y cargó a la sobrinita que estaba llorando.

Esa cercanía causó un efecto infalible e irremediable: no serían Encuadres Fotografía, no serían lejanos, no serían extraños. Serían Dos para Dos, serían cómplices, serían parte del baile, de los pasos, de los ojos, de las risas, del todo.

Con los novios hablan sobre café, ciclismo, comida, viajes, trivialidades y profundidades. Los invitan a comer, los stalkean, los leen y los interpretan. Allí ocurre la gracia de todo: ¿quiénes son, qué les gusta, qué los mueve? Y notan que no hay dos que se quieran de la misma manera, que no hay dos que se abracen igual, que no hay dos que se miren con las mismas pupilas, que no hay dos que tengan un lenguaje corporal ni siquiera similar. Cada pareja teje una comunicación propia que sustentan en su historia, en sus recuerdos.

Es precisamente aquello lo que Natalia y Santiago muestran con su estilo: la inconfundible naturaleza de cada pareja.  En esas se pasan la vida, recargándose de amor, sintiendo la energía arrolladora, bailando en la pista cuando está vacía, entregando el alma entera para que cuando los novios vean las fotos les digan: ¡¡además de buena compañía, nos tomaron tremendas fotos!! Y ellos, que creen en el amor como el sostén del universo, vuelven a suspirar, una vez más. Vuelven a creer.