Y si para conquistar hay que tener coraje, para inaugurar un hotel, también. Antes de que eso pasara, dos de las socias estuvieron recorriendo (con mochila al hombro) durante un año los paisajes colombianos. Los más conocidos y los más recónditos, los más turísticos y los más difíciles de atravesar. No solo confirmaron el realismo mágico que Gabo alguna vez le otorgó a Colombia, sino que al llegar, se atrevieron a romper los moldes.

Cada piso del hotel es una región colombiana, decorada con su idiosincrasia y sus costumbres típicas. Por eso, es común encontrarse en el piso de la región Caribe un traje auténtico de los arhuacos, comunidad que vive en la Sierra Nevada de Santa Marta. Es común, también, tener en la gastronomía diaria los platos típicos de varias ciudades con un toque gourmet.

Y es común estar rodeado, mientras se conoce el hotel, de artesanías traídas de tribus y grupos indígenas.

Por eso, que el salón Gran Amazonas se llame así tampoco es una casualidad. Es el resultado de una aventura, del amor por las raíces y la esencia, de la magia que produce envolverse entre los colores de cielos azules o rojizos, montañas verdes y amarillas, mares celestes y púrpuras.

Un año viajando por Colombia para recibir a 230 huéspedes con una propuesta diferente a todas. Para recordarles a los colombianos de dónde vienen, para seducir a los extranjeros con la diversidad de un país. Un año viajando por el país para recordarle a cualquier huésped que Colombia es un país que merece un diez.