De quien dicen que es brasileño porque nació en São Borja; italiano y alemán por sus ancestros; gaucho por su cercanía con el territorio argentino; colombiano por amor. De quien dicen que siembra especies en el jardín de su casa. ¿Quién es Marconi? Cocinero. ¿Quién? Fanático de la cocina lenta. De quien dicen que estudió optometría y también derecho, pero se decidió por los alimentos.
¿Quién es Righi? Viajero. El nómada que vivió en Buenos Aires, París, Londres, Punta del Este, el que se quedó en Medellín. El soñador que, sin sospecharlo mucho, estaba tentando su futuro cuando tuvo 22 años. Su infancia es el origen de la cocina en la que cree y la que defiende. Creció con una huerta a sus pies, con su mamá merodeando por diversas recetas, desplumó gallinas, cazó patos y perdices, pescó y lavó el pescado; durante muchos sábados se fue de campamento y rodeó el fuego, lo supo su dios.
Lo primero que haces en el día: meditar.
Qué te hace feliz: hacer mi trabajo con tranquilidad.
Un hobby o pasatiempo: jardinear.
Comida favorita: la que me pone a volar.
Un sabor preferido... ácido.
Tu propósito de vida: una cocina consciente, con impacto.
¿Quién fue para llegar a ser? Un explorador perpetuo, un interpretador de sabores, un aprendiz exigente. Tuvo la suerte en su bolsillo y trabajó dentro de las cocinas europeas más relevantes de los años noventa y dos mil. Acompañó de cerca a varias estrellas Michelín como Michel Bras y Michel Roth; estuvo frente a los fogones del restaurante Jean Paul Bondoux y de Potel & Chabot (la más prestigiosa casa de eventos parisina, desde 1820) se movió de manera sigilosa y veloz, aprendió de catering de alta cocina, absorbió —literalmente como una esponja— todo el conocimiento que le prestaron y, de pronto, cualquier noche, en un evento, le sirvieron un mousse de pescado con crema de cebollín y langostinos y su mundo giró a otro ritmo. “Me voló la mente”, dice. “Entendí que eso era justo lo que quería: servir un plato que no solo sorprenda las papilas, también los ojos, los demás sentidos”.
Llegó otra vida. Conoció a Lina, su esposa. Tuvieron a Martina, su hija. Vivieron en Brasil. Abrieron un restaurante. Trasnocharon. Imaginaron. Ganaron premios. Tacharon el sueño de tener una cocina propia. Pasaron del singular al plural, se convirtieron en un equipo. ¿Seis, siete años en ese compás veloz? Llegó otra vida, de revoluciones más mansas. Se instalaron en Medellín, en una casa en Envigado, que honra un poco la de su niñez: con una huerta sembrada por él, con ladrillos para armar una fogata cuando antoje un asado, con la filosofía de que el verdadero alimento es la génesis de la vida.
Chef Marconi Righi: su marca, su manifiesto, su expresión mental y espiritual, su manera de abordar este mundo.
¿Quién es? El que compra el pescado, el que selecciona los mangos para la salsa, el que amasa los panes y hace el helado desde el origen, el que estudia cocina consciente, ecológica y sostenible. Visionario. Perfeccionista. El que escucha jazz, el que se levanta a las cuatro y media a meditar. Activo. Rebelde. El que conversa con los novios y esculca con finura en sus gustos más auténticos para diseñar un menú que los haga sentir. Detallista. Observador. El que entiende la comida como un recuerdo del niño pintor que fue y la trata como lienzo. Cocinero. Artista. Sensible. El que reduce el ruido del ego y aumenta el eco de la conciencia. Alegre. Risueño. El conocedor de los sabores del mundo. El que mezcla culturas en un plato.
Marconi. Marconi Righi. El que quiso mucho y logró mucho. El que quiere lo simple y logra lo extraordinario: una cocina humanística, sin límites, artesanal, que trasciende porque tiene significado y respaldo místico. ¿Hay alguna crítica internacional capaz de hacerlo tan feliz como sus clientes? El impacto de su oficio no está reseñado en revistas o periódicos, está en las palabras que atesora: fue como comer en India, fue como estar en casa, le dijeron en un matrimonio.
Righi. Marconi. El cocinero que desentraña la esencia de los alimentos. El que cree tanto en ellos que los trata como dioses: del amor, de la fiesta, de la fuerza, de la calma, de la alegría, de la sabiduría. Le conceden poderes y él, en retribución y agradecimiento, los halaga. Es su inventor, su mago.
Lina Sánchez
300 348 55 89
chefmarconirighi@gmail.com
Medellín, Colombia.
¿Con cuánta anticipación hay que buscarte?
Con seis meses es lo ideal, mínimo. Pero no habría anticipación desde que la agenda tenga el espacio.
¿Cuál es el rango de precios?
Pasabocas: entre 3 mil y 12 mil.
Entradas: entre 12 mil y 40 mil.
Platos fuertes: entre 33 mil y 79 mil.
Comidas de media noche: a partir de 2 mil.
¿Tienes disponibilidad para viajar?
Sí. Hemos viajado y hemos hecho matrimonios en otras ciudades.
¿Qué incluye el servicio?
Nos encargamos de todo: menaje, meseros, catering. El menaje es opcional, pero los meseros con nosotros son obligatorios.
(57) 315 383 6348 + (57) 310 549 0848 info@lalibretamorada.com
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