No son un spa, Sara es enfática en eso. Son una clínica. Cuentan con un equipo médico como sustento esencial y con tecnología de alta gama avalada por la FDA (Food and Drug Administration). Pertenecen a varias asociaciones, están acreditados por la Secretaría de Salud. El conocimiento y la experiencia son su garantía y, al mismo tiempo, su gran mérito.

Los tratamientos que ofrecen van desde una limpieza facial profunda hasta la eliminación de lunares. El portafolio es tan amplio como los gustos y las necesidades: rejuvenecimiento facial, disminución de celulitis, varices y estrías, depilación definitiva, eliminación de tatuajes y cicatrices, tonificación… Detrás de esos procedimientos, hay una misión grabada en el alma: lograr que las personas entiendan que cuidarse es una manera de decirse te quiero, que regalarse tiempo es un acto de valentía, amor y prioridades.

Detrás de ese discurso, hay coherencia: Sara creció con el hábito del ejercicio (es lo primero que hace en el día), creció en una casa donde las gaseosas no existían y la comida era una manera de honrar el cuerpo, el movimiento. En definitiva, el equilibrio justo. Por eso cuando regresó de hacer su especialización en Mercadeo Digital en Nueva York, quiso apropiarse de Céu, darle un giro visual que estuviera alineado con la cercanía y la amabilidad del equipo que trabaja allí: la arquitectura limpia y natural del lugar dan una sensación de bienestar inmediata, de paraíso irrefutable.

Detrás de ese cielo que es Céu, está la firme ilusión de que el mayor regalo es una pausa, un respiro, un cariño al cuerpo que es, entonces, uno al alma. Detrás de ese cielo que es Céu, hay un mantra: 120 minutos no son mucho, no son tanto y son todo. No te dejes para después.