Y si les dijéramos que adentro también sucede el encanto: techos altos con vigas a la vista, imponentes, de donde cuelgan dos lámparas grandes en hierro que en la noche son luz cálida; ventanales generosos con marcos en madera, que se abren para compartir el viento y la paz de la naturaleza —y de paso, le dan más amplitud al gran salón—; piso en mosaico en tonos terracota, que recuerda, otra vez, lo colonial y regala, también, romanticismo. Un espacio integrado, porque la celebración la viven todos, es para todos.

Y si les dijéramos que todavía hay más: cocina amplia, muy amplia para que el catering —sea de Wink o de otro— sienta que sus sabores no tienen límites.

También, habitación para la novia (porque se lo merece, porque lo quiere, porque lo necesita, porque qué delicia y qué comodidad).

Volvamos a preguntar, pero esta vez cambiemos la pregunta: ¿quién quisiera casarse en una casa como las de la ciudad amurallada con el clima y la naturaleza de Llanogrande? ¡Seguimos viendo muchas manos y con toda la razón! Para novios campestres, para novios románticos, para novios hippies, para novios elegantes, para novios arquitectos, para novios botánicos. Para ellos y, sobre todo, para los que el detalle importa, porque el detalle no se olvida: Casa Cartagena.