Se enamoró de las flores. Aprendió lo básico sobre ellas. Con una amiga vio nacer su primera empresa, Calatea Arte en Flor, en la que hacían arreglos para hoteles. Ese amor -guiado por su intuición y la convicción de ver señales en las oportunidades- la llevó a Nueva York, a curso intensivo de tres meses con el diseñador Mike Gaffney. 90 días, o un poco más, que tienen un lugar especial en su memoria, en su corazón. 90 días intensos, de yugos, de gallardetes, de flores; de armar y desarmar, de hacer y deshacer, de muchos aprendizajes. 90 días para ganar la confianza que necesitaba y darle el sí a las bodas. A decorarlas, no a planearlas. Lo tenía claro.  

Si hay algo que Caro Chica valora es el tiempo. El que les dedica a los novios. A escucharlos. A crear con ellos. A verlos como su mayor inspiración. Tiempo para descubrir qué les gusta, cómo se sueñan su boda. Para saber qué hobbies tienen, a qué se dedican. Tiempo para sorprenderlos en la prueba de decoración. Para llevar kilos de más en su maleta. Para mezclar platos base, servilletas, flores, texturas, colores. Para jugar hasta escuchar de las novias ese “nunca me lo hubiera imaginado”.

Tiempo para planear la transformación de un espacio. Para llenarlo de magia. Para elaborar fichas de cada arreglo: con sus materiales, sus medidas. Tiempo para trabajar con tiempo.

Nunca a contrarreloj. Para dirigir de forma tranquila a su equipo de floristas, de eléctricos, de colaboradores, que más que eso son amigos. Tiempo para dar siempre un último vistazo, para pulir detalles: para enderezar una vela torcida, reemplazar una copa defectuosa o hacer otro arreglo de mesa, si es del caso. Para que todo quede perfecto, tal cual lo soñaron los novios.

Y, quizás lo más importante: tiempo para ser mamá, para gozarse cada instante a su hijo Valentino. Para compartir con Alejandro, su esposo, su consejero, su mejor guía en el camino de hacer empresa. Tiempo para salir a caminar, comerse un helado, para ir a la finca, para visitar cultivos de flores, para hacer ejercicio. Para estar juntos. Para disfrutar de su casa, de su colección de figuras de caballos y vacas, que atesoran como pequeñas obras de arte. También de su terraza, llena de pinos y plantas, al cuidado de Alejandro. Ese hogar donde se vive su lema decorativo: menos es más.

Tiempo para ella, Caro Chica. La de nombre corto y sonoro. La de hablar pausado y risa fuerte. La que hace que los matrimonios y las fiestas sean más lindos. La que confiesa en voz baja su lado esotérico. La que le encantan los buenos aromas. La comunicadora social-periodista a la que la vida se encargó de conectarla con su esencia creativa.