Siempre que tiene un lápiz y un papel cerca, lo primero que le sale es un vestido. Como si su mano, su mente y su corazón estuvieran conectados con una sincronía alucinante. A eso se dedica: a crear, a dejarse inspirar por las mujeres que llegan a su atelier imaginando mucho o no sabiendo nada. Conversa con ellas, las guía, prefiere empezar por los qué no quieres para estar muy segura de lo que va a dibujar. Luego los qué te gusta, qué te sueñas, a qué te dedicas, y todas las preguntas que le cuenten la esencia, la historia, los detalles infalibles. Empieza a tocar telas, necesita sentirlas en su piel para saber que van a cumplir su función: ser parte de un vestido cómodo, liviano, que fluya como el viento. Le gusta resaltar las piernas, la espalda, los hombros. Está a favor de la sensualidad de la mujer, de animar a las novias a que se vean diferentes, a que exploren. Si sus vestidos fueran una palabra, bien podría ser equilibrio: ni muy bohemios, ni muy tradicionales, ni muy alternativos. Un poco de todos. Eso sí, ninguno acude al brillo, a la pedrería extravagante y sí a encajes en flores, arabescos, hojas, ramas…

Es su parte favorita: trabajar manualmente el vestido. Ya sea bordándolo o pintándolo, pues una de sus pasiones es dejar mover el pincel sobre la seda natural. Cree que ahí está el encanto mayúsculo, la sonrisa de ella y de la novia, la verdadera creación. Se gasta, sin remordimiento ni arrepentimiento, las horas que sean necesarias porque sabe que el arte toma tiempo, que la pasión viaja en sus venas, que el resultado la tiene que cautivar primero a ella y después a las demás.

Así es como ha ido creando su sello, así es como, poco a poco, ha ido notando que cuando la buscan lo hacen porque quieren un vestido que lleve cosido su talento y eso, supera todas sus satisfacciones. ¿Y cuál es el secreto para que esto ocurra? ¿Cuál es el secreto  que guarda Anne para que el viento sea su cómplice? Debe ser el de la intuición: seguirle los pasos, creer que lo que anhelamos cuando somos niños es la revelación más pura que nos hacemos a nosotros mismos.