Casi nunca la vida sucede como se asoma en la imaginación. Casi siempre sucede de manera contraria. Aquella paradoja revela algo más profundo: si se mira con los ojos precisos, todo es un milagro.
UN RETIRO DE AYAHUASCA Y UN AMOR
Hay cosas que se saben. Hay certezas que la ciencia no puede desvelar. La conoció en un retiro de ayahuasca, conversaron un par de horas y regresaron juntos a Bogotá. Luis lo supo: Juan Pablo, su gran amigo, y Gabriella tenían que estar juntos. Era tal su convicción que le escribió cuando llegó, le contó sobre ella: descomplicada, suelta, le gusta la electrónica, arquitecta, tiene dos perros, es el amor de tu vida, te lo prometo.
Con la curiosidad que una premonición así puede despertar, Juan Pablo le escribió para que se vieran, pero en ese entonces Gabriella regresaba de un viaje de Italia con el corazón raído. Lo ignoró, pero él, en una terquedad genuina, le insistió. Le contó que había comprado un apartamento y que quería remodelarlo. La estrategia acertó. A Gabriella se le mece el pecho de una manera distinta cuando está inmersa en su oficio, entonces aceptó: hablaron una semana sobre arreglos, materiales, muros y, luego, cualquier día se vieron y se tomaron una cerveza en la 93.
Luis tuvo razón. Cuando estuvieron cerca se sintieron naturales, tranquilos, esa sensación de haber estado por muchos años pares y encontrarse de nuevo. No hubo imposturas, falsas modestias, el peso de tener que fingir para acomodarse. Se reconocieron desde la imperfección, desde las diferencias y las similitudes; desde la admiración. Coinciden en verse como buenos seres humanos, con sensibilidad aguda, con corazones anchos y fuertes. Era noviembre de 2019 cuando se vieron por vez primera y en mayo de 2020, en medio de la pandemia, ya vivían juntos. A veces en la velocidad hay la hondura suficiente. A veces hay soles repentinos que apaciguan con destreza.
La intimidad que empezaron a vivir les reveló sus secretos, sus miedos, sus anhelos, sus remordimientos y, con la sabiduría que da el amor calmo, definieron sus propios pactos y sus propios manifiestos que contemplaban la naturaleza de cada uno: él más sereno, ella más explosiva; él más hogareño, ella más fiestera. Ambos ciudadanos europeos, ambos con una pasión desbordada por su trabajo. Ambos apáticos de la rutina, ambos sociables y anfitriones, ambos viajeros, ambos exploradores, ambos familiares.
Fueron pasando los días, sumergidos en la cotidianidad y en la incertidumbre de aquellos tiempos teatrales. Él trabajando, ella empezando un emprendimiento, los dos acercándose de manera espontánea y alegre y La Flaca, Romeo y Coco, sus perros, revoloteando por ahí y recordándoles que lo simple nunca es un asunto menor.
ENERO ONCE (1-1) Y MACHU PICCHU
Aleatoriamente, Juan Pablo quiso que el aniversario de ambos fuera el once de enero. Ve en el uno un número poderoso y en el once, infinito. Lo encuentra místico, potente. Entonces, el once de enero de 2021, mientras ella estaba en Colorado, le mandó un “ahorcadito”; aquel juego que pretende que el participante adivine, a través de letras, una frase completa. Cada día era una oportunidad para completar: amor, nos vamos para Perú.
Estuvieron en Lima, de restaurante en restaurante, que es uno de los planes que más disfrutan y luego llegaron a Aguas Calientes, el pueblito acogedor en el que queda la gran montaña. Se hospedaron en un hotel en medio del bosque y, al día siguiente, madrugaron para recorrer Machu Picchu. El cielo amaneció gris, con ganas de soltar agua, con neblina espesa. Gabriella, que es perfeccionista y que le cuesta aceptar que no todo sucede como se imagina, le dijo a Juan Pablo que se devolvieran, pero él, que permite que la vida llegue como le provoque, le dijo que siguieran.
Un rato después, en una de las casitas en piedra seca que los incas construyeron, Juan Pablo entregándole un anillo le dijo que se tranquilizara, que lo inesperado también hacía parte de la ruta, que casi nunca salen las cosas tal cual se planean, que casi siempre hay misterios en el camino, pero que la certeza de estar juntos era más relevante que lo demás. Era cierto: ni en sus desvelos más honestos, Gabriella hubiera imaginado la historia con Juan Pablo y, en todo caso, allí estaban los dos, viendo cómo el sol se asomaba y celebrando un amor intempestivo.
Los días siguientes fueron —como ley de esta historia— un absoluto acertijo. Celebraron en Lima con familiares que estaban allá y tres días después regresaron a Colombia para enterarse de que Gabriella estaba en embarazo. Otra vez: ellos hacían una pregunta y la vida les respondía otra cosa. Alicia llegaría cuando no la esperaban; es decir, de forma milagrosa.
REALISMO MÁGICO
Ni lo convencional, ni lo religioso, ni lo establecido, ni el camino trazado por todos, ni lo homogéneo. Resuenan con lo místico, lo esotérico, lo natural, lo que atraviesa otras dimensiones. Cuando el amor se siente tan infinito, ¿cómo no creer en un más allá, en un universo más amplio, más sideral, más metafísico?
Se esforzaron por crear un mundo que olvidara un poco el terrenal. Quisieron que la celebración se sintiera como un ritual en el que las energías se apoderaran de ese bosque, en el que la naturaleza pudiera expresarse. Honraron la intuición de Luis y fue él quien los unió a través de cinco elementos: agua, fuego, aire, tierra y éter.
La entrada era un zigzag adornado por montañitas de piedra, con antorchas y flores. Gabriela entró de la mano de su papá y su mamá, quien tenía a Alicia en los brazos. Entonces, aquel ritual improvisado, aquel ritual instintivo, intuitivo, empezó con una matera con tierra a la que le echaron agua, luego escarcha (representando el aire) y, finalmente, prendieron una fogata que se mantuvo encendida hasta el amanecer; como hablándoles en la lejanía, diciéndoles: la llama no se apacigua, la llama permanece cuando alrededor de ella la energía es verdadera.
Para cada elemento eligieron un par de personas importantes en su vida y, con más espontaneidad que planeación, dejaron que las palabras de todos fueran su lazo. Recuerdan mucho las de la hermana de Gabriela: “El verdadero amor no etiqueta, da espacio, aire para respirar, las fuerzas para crecer y la motivación para ser mejor, el amor revoluciona y te invita a volar, jamás te cortará las alas”, y mientras las decía, como si el cielo los estuviera homenajeando, pasó una ola de guacamayas.
Nadie olvida la energía envolvente que se sintió ese día. Nadie olvida la música del viento, la música con marimba, la música relajante que acompañó la ceremonia. Nadie olvida que los árboles hablaron, que el lenguaje supremo que es el de la naturaleza susurró muchas veces. Nadie olvida que entrar a la fiesta fue abrir un portal desconocido y mágico.
EL ESPACIO SIDERAL
Como otro universo. Como otra dimensión. Como otro estado. Entrar a la fiesta era una especie de camino sideral. Find your star, decía en un tablero gigante en el que estaban dibujadas y trazadas las constelaciones. Los invitados debían atravesar un pasadizo, subir unas escaleras y pasar por un puente para encontrarse con la gran carpa de quince metros de altura.
Dentro de ella, quedaba el Espacio: estrellas y lucecitas caían del techo y de los árboles, la pista de baile era un lienzo de constelaciones, en la mitad estaba una torta azul, con escarcha y un telescopio. En cada puesto había una pulsera, una piedra sagrada y su significado. En los platos había una campana en vidrio con muchas estrellas y una trufa decorada con constelaciones. Todo el ambiente era monocromático: azul y dorado. Había candelabros, velas, chispitas mariposas. Era un escenario que honraba la luz y las sombras en todos sus matices.
“Uno se debería casar más veces en la vida” es lo que concluyen Gabriella y Juan Pablo de aquella noche. Recuerdan a la abuela de él, de noventa años bailando. Recuerdan ver personas abrazando los árboles. Recuerdan ser inmensamente felices hasta las siete de la mañana del otro día. Recuerdan el reguetón, el merengue, la electrónica. Recuerdan el buffet tan extenso de postres personalizados, el helado, las costillas. Recuerdan el vestido de ella en el que estaban bordadas las constelaciones de los tres: Cáncer, ella; Capricornio, Alicia; Sagitario, él. Recuerdan la bata estilo Wizard que usó para el remate de la noche, como si estuvieran en un festival electrónico. Recuerdan mucho de ese día porque se sintieron ajenos a este mundo y envueltos, con precisión, en el de ellos.
Esa noche mística, cósmica, astral fue la causa y el efecto de que las ciento ochenta personas que estuvieron reunidas allí experimentaran una sensación de amor que los sobrepasó. ¿Una transición, un viaje, un trance? Fuere lo que haya sido, aquel 17 de julio de 2022 el mundo se movió. El mundo tuvo un resplandor. Sí: como un volcán que estalla para convertirse en algo superior.
Gaby y Juan: que el amor siga atravesando dimensiones, espacios y tiempos.
Ni lo convencional, ni lo religioso, ni lo establecido, ni el camino trazado por todos, ni lo homogéneo. Resuenan con lo místico, lo esotérico, lo natural, lo que atraviesa otras dimensiones. Cuando el amor se siente tan infinito, ¿cómo no creer en un más allá, en un universo más amplio, más sideral, más metafísico?
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Lina Sánchez Cano 30-09-2022 10:09
¡Wowww! Qué lindo ser parte de esta celebración de amor tan llena de magia. Por un momento sentí que estaba leyendo mi propia historia ????: "Cuando estuvieron cerca se sintieron naturales, tranquilos, esa sensación de haber estado por muchos años pares y encontrarse de nuevo. No hubo imposturas, falsas modestias, el peso de tener que fingir para acomodarse. Se reconocieron desde la imperfección, desde las diferencias y las similitudes; desde la admiración. Coinciden en verse como buenos seres h