Por él trabajó varios años en su empresa, y aprendió a liderar un equipo, a hallarle el horizonte a un negocio, a ir armando un sueño. Por él aprendió mucho de lo que sabe. Por él, un día, cuando se sintió preparada, decidió lanzar su propia marca. Desde entonces es, sobre todas las cosas, tejedora de recuerdos: en eso consiste su talento mayor, en crear celebraciones con tanta fibra que la memoria decide no sepultarlas nunca.

Estudió Filosofía del Lenguaje y Estudios Socioculturales. En otras palabras, entiende los rituales, las uniones, los matrimonios, la felicidad como actos antropológicos profundos, trascendentales, místicos. De ahí que los colores, los elementos, las flores, la comida que les propone a los novios tengan un significado superior, justificado. Si la hora loca lleva antifaces es porque aquel viaje a Venecia no se les borra del corazón. De ahí que No Me Olvides sea una empresa de planeación y de diseño; los dos pilares más transversales y más importantes en la producción de un evento. De eso habla su mirada crítica y minuciosa: de que cualquier celebración necesita estética, orden y engranaje para que suceda.

¿Cómo le hace? ¿Cómo le hace para ser mamá de Agustín, esposa, empresaria? ¿Para disponer de todos los mares, los cielos, los árboles como inspiración inagotable? ¿Para cambiarse tres veces al día los zapatos?

¿Para ser florista, decoradora, planeadora, psicóloga, amiga? Convengamos en que Ana sabe escuchar a sus entrañas, sabe que los dones dictan la ruta, sabe seguirlos como el río al agua.

“Estamos listos, todo va a brillar. Los novios se lo merecen y nosotros también”, le dice a su equipo a través de un radio cada que un matrimonio está a punto de comenzar. Son minutos poéticos, donde todas las aristas confluyen: sus emociones más íntimas, sus ojos en el cielo, su trabajo de muchos meses atrás, (las tantas pruebas, el rigor, las conversaciones, los renders, las historias, los cuchillos clavados para que la lluvia no opaque al sol, las noches de cansancio) el hueco en el estómago que no evita sentir. Es eso lo que la sostiene y la ilusiona, que su esfuerzo no se evapora sino que perdura; es un hilo de cariño irrompible.

No me Olvides es una flor. Es la carta del tarot de las flores, y como un presagio de buen viento, nombró así a su proyecto de vida. Porque nombrar a las cosas es darles poder, es darles carretera, es darles fe. Es, entonces, una cualidad hermosa, que en todo aquello en lo que Ana fija su mirada tenga la virtud de lo imborrable. Mejor aún, aquella declaración que ronda por el viento, termina siempre por cumplirse: el amor rompe el eco del olvido.