Va a sonar a lugar común, porque el adjetivo “único, ca” está sobreutilizado. Pero, seguramente la RAE (Real Academia Española) lo inventó para describir historias como la de Juliana Sierra. Juzguen ustedes mismos. De niña tuvo dos niñeras que, cuando llegaba del colegio, le enseñaban a cocinar alfajores, mazapanes y panelitas. Lila y Elvira. Una combinación de nombres única, porque como ya les dijimos, esta palabra fue inventada para Juliana.
Así pasaba sus tardes, en la cocina, horneando las recetas que salían en el periódico, endulzándose la vida, haciéndose fanática de la repostería. Desde los 13 años, sus vacaciones las gastaba trabajando en La Viña, una panadería de una tía de su papá. El taller de producción quedaba en el Centro de Medellín y hasta allá llegaba en el transporte de la empresa para amasar hojaldre, hornear tortas, quebrar huevos, empacar pasteles, decorar postres o engrasar moldes. Lo que tuviera que hacer. De 9 a 4 era la niña más feliz de todas. Sí, por si les quedan dudas, esta sigue siendo la historia tan única de Juliana Sierra. A sus 18, siguió siendo la más feliz: hizo la práctica del colegio con Harry Sasson en Bogotá, donde reafirmó su gusto por la repostería.
No empiezas a trabajar sin antes: desayunar.
Un hobby: comer empanadas, me encantan.
Un sabor favorito: el del arequipe.
Una comida preferida: las lentejas.
Un postre: Sticky Toffee pudding.
Un chef que admires: Karim Bourgi.
Estudió Negocios Internacionales, pero nunca abandonó su otra pasión. Estudiaba la carrera profesional que había elegido y al mismo tiempo hacía cursos que le desarrollaran su talento de repostería: en La Colegiatura, en Nueva York, en Miami, donde trabajó con Antonio Bachour en el Hotel St. Regis y en su pastelería Bachour Bakery and Bistro. En Brasil, con una ONG, donde hacía postres para venderlos y recolectar dinero para la alimentación de una guardería de niños sin recursos.
Así, paralelamente, fue llevando su vida y mientras hacía su práctica universitaria en Procolombia, en las oficinas de Londres, aplicó a Le Cordon Blue, la escuela de cocina más famosa del mundo y con la que ella soñaba todos los días. Para agregarle más exclusividad a esta historia, les contamos que la seleccionaron, por supuesto, y todo lo que aprendía lo aplicaba en el hotel Intercontinental London Park Lane. Las 15 horas diarias que trabajaba le cansaron muchas veces sus pies pero nunca su gusto por los postres.
Llegó a Medellín con la idea de crear una repostería, pero como la palabra “única” está destinada para su historia, le ofrecieron trabajar con Leo Katz, el dueño de la organización más grande de restaurantes que existe en Colombia. Viajó a Bogotá para hacerle un seguimiento a la distribución de productos de esta cadena, es decir, evaluar la diferencia entre los postres de un restaurante y otro, para ello, reguló procesos y logró estandarizarlos.
Volvió a Medellín, con mucho más conocimiento y más determinación: supo que lo que quería era un centro de producción de postres y dar asesorías. Entonces nació Molin Repostería.
Inspirada en los molinos, en esa tranquilidad que reflejan al moverse con el viento (de allí el nombre), inspirada también en la cocina francesa y en el privilegio de las frutas colombianas, Juliana crea postres únicos y exclusivos (y ya saben que esto no es un cliché en esta historia) para matrimonios, fiestas y restaurantes. ¿Brownies, alfajores, cheescakes? Sí, claro que los sabe hacer, pero prefiere algo más original y por eso su catálogo incluye Parisien (un postre con crema de avellanas), Macarronad (con crême brulée de café y con mousse de chocolate blanco) o profiteroles (un postre francés muy común) pero rellenos de tamarindo. Todos inventados por ella. Todos diferentes entre ellos.
El sabor de Molin Repostería es único. Porque su repostera es única. Porque su trayectoria es aún más única. La historia puede terminar muy parecida a como empezó: de joven, sus dos niñeras, Lila y Elvira, saborean los increíbles postres que crea y su mamá, Rocío, que antes trabajaba mucho, ahora recompensa el tiempo siendo su ayudante estrella en la cocina. Juntas crean merengues rellenos de arequipe o Nutella, palitos de chocolate blanco con limón y sí, de vez en cuando, alfajores, mazapanes y panelitas.
Juliana Sierra López
310 5005300
molinreposteria@gmail.com
¿Con cuánta anticipación hay que buscarte?
Lo ideal es un mes.
¿Haces cita previa? ¿Tiene algún costo?
Sí, una cita de prueba. Tiene un costo de $50.000, el cual es deducible del valor total del evento.
¿Ofreces un catálogo?
Sí, tengo un catálogo con postres exclusivos e inventados por mí. Se puede consultar aquí o descargar en el recuadro de Contacto.
¿Y si quiero algún postre que no esté en tu catálogo, lo haces?
Sí, claro.
¿Ofreces transporte y montaje?
Sí. Y es lo ideal, por ser un tema tan delicado. Además porque me encanta todo el tema de decoración y una mesa bien servida no lo hace todo el mundo.
¿Qué costo tiene este servicio?
Varía, dependiendo del lugar y los tamaños de la fiesta.
¿Cuál es el rango de precios?
Desde $1.400 hasta $3.500 (por postre).
¿Y en cantidad?
Cada postre tiene un mínimo de cantidad diferente.
(57) 315 383 6348 + (57) 310 549 0848 info@lalibretamorada.com
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