Paula + José

Antes que los viernes de fiesta y después de los viajes inesperados. Antes que los restaurantes por conocer y después de las noches de amigos. Antes que nada y después de todo, prefieren los sábados en la mañana: ese tiempo matutino les basta para recordar lo felices que son juntos, en pijama, viendo una película y cocinando un brunch. Los sábados en la mañana les aseguran que la cotidianidad es el tesoro verdadero.

CARTAGENA Y FIN DE AÑO

Todo empezó como un amor de verano, con todas las fantasías que eso supone: Cartagena, fiesta fin de año, miradas cómplices… Él con sus amigos y ella con las suyas, cada quien en su cuento. De pronto, los dos se alejaron de sus grupos y ella lo sacó a bailar. Se entrevistaron: películas, música, colores favoritos… dos jóvenes genuinos de 18 años con ganas de bailar, de mirarse, de seguirse encontrando durante los siguientes días en esa ciudad histórica, de darse el primer beso y de no separarse más. Todo empezó como un amor de verano y siguió como un amor de cotidianidad, como un amor de tiempo, de paz.

Los dos son abogados, a él le interesa la educación y a ella la justicia transicional.  Les gusta la vida en casa, leyendo, viendo películas, escuchando música. Disfrutan estar cerquita y también estar lejos, en el espacio de cada uno, en la libertad y la independencia. Quizás por sus profesiones homogéneas, llevan un ritmo de vida similar que les permite estar en familia, con amigos, salir a comer y de vez en vez irse de rumba, pero al final, como en ese poema de Cortázar, Después de las fiestas, es hermoso saber que él existe, que ella existe, que están ahí, cuando ya todos se han ido… después de todo son ellos dos y nadie más, y vuelven los sábados de desayunos, de pijamas y de películas y todo toma sentido.

UN SÁBADO POR LA MAÑANA

“Negra, los sábados por la mañana me han ensañado lo más importante de la vida: no necesito de viajes, ni de lujos para ser feliz. Lo único que necesito son los sábados por la mañana. La simpleza de un desayuno contigo es todo lo que quiero para el resto de mi vida. Por eso quiero aprovechar este momento que tanto atesoro, para pedirte que nos casemos”.

Más o menos esas fueron las palabras que le dijo José a Paula esa mañana. Más o menos así fue la propuesta, en pijama, escuchando música y desayunando: la cotidianidad en su esplendor mayúsculo. Cuando vio el anillo, se pasmó, se volvió a pasmar, lloró, siguió llorando y se le atravesó una risa nerviosa que no era otra cosa que felicidad, que amor, que alegría desconocida. Un sábado quedó para siempre en sus recuerdos más preciosos, más sinceros, más espejo de lo que son cuando están juntos. Un sábado, doce años después de aquella noche de año nuevo. Qué grata había sido la vida durante ese tiempo, qué grata seguía siendo.

DOS ABOGADOS PLANEANDO UNA FIESTA

Lo conversaron y estuvieron de acuerdo: Paula, que suele tener más tiempo libre que José, se encargaría de más asuntos. José estaría al frente de la hora loca y los postres. La prioridad de los dos era una buena fiesta con muy buena comida, sin pretensiones y cuidando bien del presupuesto, pues ambos tienen una conciencia social fuerte y no querían que los remordimientos vinieran a visitarlos después a la almohada.

Con esos horizontes claros se enfocaron, entonces, en que la comida fuera deliciosa, sencilla y local y en planear una ceremonia arista por arista, donde cada orilla conectara. Una ceremonia que se sintiera como un círculo sin baches. En todo caso, ese era el momento especial, importante, mayúsculo para ellos: celebrar tantos años de sincronía juntos. Cuando la fecha estaba llegando, José se apoderó de la ceremonia: fue quien la diseñó y organizó.

Se apoyaron también en Ana María Jaramillo, la wedding planner, que les quitó de encima conversaciones complejas con invitados y coordinó todos los proveedores. Sin embargo, ellos estuvieron cerquita de ella siempre.

Aunque el lugar que eligieron (Kapikua, en Santa Marta) no tenía algún significado para ellos, sí hacía alusión a esa nostalgia caribeña que querían tener como inspiración, como referencia, como sentir. Se antojaron de un matrimonio folclórico, combinado con la cultura mexicana (la mamá de ella es de ese país), con estética alternativa y romántica, con aires bohemios que desvincularan lo tradicional, lo clásico, lo rígido.

Entonces, llegó lo primero: las invitaciones. Diseñadas por Alejandra Ocampo, de Date Design, con ilustraciones en acuarela de la vegetación que tenía la casa donde se casaron, muchos cactus sobre un fondo rosado… Imprimieron algunas, para la familia más cercana y el resto, las enviaron digitalmente. Todo comenzó a tomar forma, a tener esa luz nostálgica, ese Caribe colombiano incrustado por ahí.

EL VESTIDO / EL TRAJE

Un vestido fue el que se imaginó y otro el que eligió. Al principio se soñaba uno muy minimalista y blanco. Al final terminó con uno de tul, palo de rosa, de espalda destapada y muchos detalles en la parte superior. Agradeció haber ido a De Novia a Novia y encontrarse con Alejandra. Agradeció que ella la “obligara” a medirse ese vestido de Gina Murillo: ese vestido de “azúcar”, ese vestido perfecto, ese vestido para ella. Agradeció, haber podido conocer a la diseñadora en los días siguientes para que le hiciera algunos ajustes en su atelier de Bogotá. Se encontró con una persona dulce, alegre, generosa en su forma de ser; que la hizo sentir muy segura de que ese vestido, fresco y ligero, llevaba —además— la energía buena de quien lo cosió. Agradeció que no siempre lo que se imagina es lo que pasa, porque a veces hay sorpresas que vienen con la precisión justa.

El traje de José fue de Whitman. Siempre quiso algo elegante, pero fresco, entonces eligió un vestido en lino color hueso.

DURANTE…

30 de noviembre de 2019. Santa Marta. Kapikua. 160 invitados presenciaron una ceremonia honesta, propia de dos personas que se quieren con mucha intensidad y, sobre todo, con mucha grandeza. Propia de un amor de doce años, que se pregunta por qué sigue de pie, por qué sigue fuerte. Se lo volvieron a preguntar: ¿qué les ha permitido estar tanto tiempo juntos? Cuatro esencias: el asombro, el cambio, la libertad y la comunidad. La planeación de esta ceremonia comenzó en la casa de ellos, con una comida a la que invitaron a sus amigos más cercanos. Buscaron lecturas cortas sobre esos cuatro pilares y les pidieron que escribieran algo que tuviera relación.

Lejos de un para siempre que creen que no depende de ellos sino de un montón de circunstancias foráneas, lejos de promesas vacías, lo que quisieron fue una celebración que aplaudiera la compañía de sus familias, de sus amigos; un homenaje a esos cuatro pilares que los han hecho entender que la vida es bonita cuando están en los ojos del otro.

El asombro: apreciar lo simple, lo cotidiano, no dar nada por sentado. El asombro les ha permitido encontrar la belleza de un día corriente, de los sábados en pijama. La frase que inspiró este pilar es de Jhonny Cash cuando le preguntaron por su definición de paraíso y respondió: "Esta mañana, tomándome un café con ella".

El cambio: entender que el otro es impermanente, les ha hecho valorar —con ganas— lo que tienen, lo que han construido, porque mañana puede ya no estar. Comprender que están en continuo cambio y que eso, más allá de sonar a tragedia, suena a descubrimiento.

La libertad: amar y permitir la libertad del otro sin pretensiones, sin querer moldearla a las necesidades propias. Decidir, libremente, estar juntos. Y agradecer por eso.

La comunidad: sin sus familias y sin sus amigos no hubiera sido posible haber estado juntos tanto tiempo, seguir, después de doce años, caminando de la mano. Un homenaje a esa compañía que no tiene igual.

LA DECORACIÓN

Quisieron un ambiente tropical, que narrara la belleza folclórica de Colombia, que le permitiera a esa playa, ese mar y ese cielo lucir su naturaleza acaparadora y voraz. Los tonos verdes y cobres los contrastaron con los colores de las frutas. A eso le sumaron un mobiliario en madera, individuales artesanales, follaje, mini materas en barro y muchos bombillitos que atravesaban los árboles. El atardecer de ese día supo sacar sus mejores combinaciones; desde ocres y naranjas hasta violetas y azules, como queriendo hacer parte de esa luz nostálgica del caribe, de esa energía mística que guardan los amores que no se apagan con el tiempo.

LA COMIDA Y LOS POSTRES

Uno de los focos centrales de la celebración. Lo tuvieron nítido desde el inicio: comida sabrosa, en abundancia, sencilla y local. Y como el universo escucha los deseos supremos, se encontraron con “la Chechi”, una señora de Santa Marta que ha dedicado su vida al sabor tradicional. El menú final incluyó arroz caldoso con mariscos, posta cartagenera, ensaladas variadas, arroz con coco y cayeye.

Para el momento dulce estuvo José y su familia, que es costeña. Tienen una tradición repostera importante y él quería, justamente, que su postre favorito (el pionono) fuera el principal de ese día.

LA FIESTA, LA MÚSICA, LA VIBRA

Adoran el son cubano y se dieron el lujo de llevar, desde Cali, a Son Varadero para que les abriera la noche. Cantaron Sabrás, y ellos la bailaron, se la susurraron al oído, la sintieron dentro.

“Y aunque me esté quedando sordo
Y aunque me esté quedando ciego
Y aunque me esté quedando mudo
Te haré saber que te quiero
Y aunque yo ya me encuentre viejo
Te haré saber de cualquier modo que estarás en mis adentros”.

Una canción con una carga emotiva fuerte, con un amor supremo que no se lleva el tiempo, ni la enfermedad, ni siquiera los sentidos que se apagan. Una canción que, además, Herencia Timbiquí cantó muchas veces para promover la reconciliación entre las comunidades del postconflicto; algo, sin duda, que a ellos les mueve fibras, les sacude la piel.

Después de ese primer baile, Paula quiso hacerle un regalo a su papá, a su timidez, a su resguardo. Les dijo a los del grupo que cantaran Cielito lindo, esa canción que él le tarareaba cuando estaba pequeña… se sentó a su lado, le cogió la mano y le dijo que ahí, sonando en esa noche de playa y mar, estaba la canción de los dos. Le dijo, también, que él siempre iba a ser su primer amor, su amor siempre. Un momento sutil, íntimo que hoy, más que ese día, le sabe a felicidad.

Y entonces, después de algunas lágrimas, después de hacerse saber que a pesar de todo y de tanto, estarán en los adentros, después de que la música supiera ser antesala de abrazos, desorden de tripas y amante de dicha, llegó la fiesta. Con playa y con mar, de nuevo, con Alejandro Forero como dj, con baile, con brindis, con risas… y cuando todo era eso, una maraña de alegría, llegó el momento inolvidable, el show, la energía, la cúspide: se apagaron las luces y la música y, de pronto, salieron Paula (con unas alas de colores y luces y un vestido más fresco de flequillos) y José mientras de fondo sonaba Vibras, de JBalvin. Hubo humo, pólvora y palos con luces. De fondo siguió sonando JBalvin, esta vez con Mi gente, que fue la chispa final para que nadie parara de bailar, cantar, sonreír. Hubo disfraces de unicornios inflables y cristales para decorar la cara. El sueño de José, una hora loca de verdad estaba sucediendo, sucedió.

Fue tanto el despilfarro de gritos, de brazos arriba, de almas fiesteras que esas vibras, esa música, esa energía les alcanzó hasta las cinco de la mañana, cuando un sol débil, a punto de declarar libertad, ya empezaba a asomarse. Un final muy propio de ellos dos: tan fugaces como eternos, tan livianos como infinitos. Tan sol, tan mar, tan playa, tan oleaje ligero.

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En una definición maravillosa, Borges dice que el amor suele ser un convenio tácito cuyas partes se comprometen a hallarse milagrosas. Paula y José: se nos parecen ustedes a ese amor que se sorprende con lo diminuto, que se quiere como si se tratase de un fenómeno, de una utopía. Entonces, citando sus anhelos, no les deseamos un para siempre, pero sí todos los días, todas las libertades, todas las mañanas de sábados. Y un poquito más.

Todo empezó como un amor de verano y siguió como un amor de cotidianidad, como un amor de tiempo, de paz
Fotos: Mateo Soto para VDF.
Un vestido fue el que se imaginó y otro el que eligió. Al principio se soñaba uno muy minimalista y blanco. Al final terminó con uno de tul, palo de rosa, de espalda destapada y muchos detalles en la parte superior
Quisieron un ambiente tropical, que narrara la belleza folclórica de Colombia, que le permitiera a esa playa, ese mar y ese cielo lucir su naturaleza acaparadora y voraz
160 invitados presenciaron una ceremonia honesta, propia de dos personas que se quieren con mucha intensidad y, sobre todo, con mucha grandeza
Lo que quisieron fue una celebración que aplaudiera la compañía de sus familias, de sus amigos; un homenaje a esos cuatro pilares que los han hecho entender que la vida es bonita cuando están en los ojos del otro
Aunque el lugar que eligieron no tenía algún significado para ellos, sí hacía alusión a esa nostalgia caribeña que querían tener como inspiración, como referencia, como sentir
Les gusta la vida en casa, leyendo, viendo películas, escuchando música. Disfrutan estar cerquita y también estar lejos, en el espacio de cada uno, en la libertad y la independencia
La prioridad de los dos era una buena fiesta con muy buena comida, sin pretensiones y cuidando bien del presupuesto
Adoran el son cubano y se dieron el lujo de llevar, desde Cali, a Son Varadero para que les abriera la noche. Cantaron Sabrás, y ellos la bailaron, se la susurraron al oído, la sintieron dentro
Fue tanto el despilfarro de gritos, de brazos arriba, de almas fiesteras que esas vibras, esa música, esa energía les alcanzó hasta las cinco de la mañana
Un final muy propio de ellos dos: tan fugaces como eternos, tan livianos como infinitos. Tan sol, tan mar, tan playa, tan oleaje ligero

APUNTES FINALES

¿Qué consejos les darían a todas las parejas que en este momento están organizando su matrimonio?

Les aconsejaría hacer el ejercicio consciente de disfrutar la organización del matrimonio. No ver los meses previos como un mero trámite, sino parte de un momento muy particular de la vida que hay que gozar. Va a haber estrés, va a haber disgustos y eso es normal, siempre es difícil encontrar un balance entre gustos y disponibilidad de tiempo, pero ayuda mucho ponerse la meta de disfrutarlo. Es importante también contar con una wedding planner que sea de su plena confianza para que le puedan soltar tranquilamente decisiones del matrimonio. A nosotros nos facilitó la vida darles a nuestros papás unos cupos de invitados para que ellos los usaran como quisieran; eso nos permitió no tener conflictos con ellos sobre si invitar a tal persona o mejor no. Les dimos total autonomía mientras respetaran su cuota de cupos.

Tres cosas que consideren clave para que una relación sea un éxito.

- Respetar la libertad y la autonomía del otro.

- Entender que la otra persona es cambiante constantemente y no pretender resistirse a ese cambio.

- Valorar la simpleza de la cotidianidad y no darla jamás por sentado.

Un error para no volver a cometer

Tal vez nuestro error más grande fue menospreciar la cantidad de cerveza que puede tomar la gente en tierra caliente. Compramos en principio 300 y la gente terminó tomándose ¡¡700!! Es bueno tener la posibilidad a la mano de comprar más alcohol si los cálculos iniciales fallan.

¿Para dónde se fueron de luna de miel?

Estuvimos unos días en Palomino después del matrimonio. Queríamos silencio, descansar y volver a lo más básico.

ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO PARA LLM.
(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

CRÉDITOS

  • Lugar: Kapikua, Santa Marta.
  • Wedding planner: Ana María Jaramillo.
  • Fotografía: Mateo Soto para VDF.
  • Video: Matrimonios Films.
  • Vestido de la novia: Gina Murillo.
  • Accesorios de la novia: Tiara de la familia.
  • Maquillaje y peinado: Laura Pantoja.
  • Traje del novio: Whitman.
  • Decoración y ramo: Verde Menta.
  • Comida: Heroína Álvarez – La Chechi.
  • Invitaciones: Date Design.
  • Música: Son Varadero y Andrés Forero.

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