Un matrimonio de baile y de mar

Apuntes
Amor déjame ser yo lo primero 
Que se asome allí en tu almohada, 
Que tu pecho sea siempre donde apoyaré mi cara 
Y que hagas nudo con mis piernas 
Cuando yo me duerma…
 
Déjame abrazarte para siempre 
Déjame besarte a mi manera 
Agarrar tu mano donde quiera 
Porque yo he nacido pa quererte.

—Fragmento canción Para Siempre, de Kany García—

No empezamos escribiendo esta historia por donde usualmente comenzaríamos. Porque esta historia, la de Andrea y Alejandro, tiene un momento que puede resumir todo el tiempo, todo el espacio, toda la vida: el baile. También, todo el amor. Toda la ilusión. Todos los detalles. 

Lo preparó dos meses antes, desde diciembre, pero lo ensayó —con su vestido— de manera intensa y disciplinada —como se ensaya el arte— un mes antes del matrimonio. Tres veces por semana. A pesar de bailar ballet desde muy pequeña, de trabajar en Estados Unidos como profesora de danza, de saber que el arte es su refugio y su hogar, se preguntó muchas veces si a Alejandro le gustaría la sorpresa. Claro: los nervios haciendo de las suyas. Siguió adelante, practicando, dañando el vestido (lo pisaba mucho, lo descosió, se le cayeron algunos botones), disfrutando cada movimiento, cada abrazo al viento, cada giro liviano.

Entonces, el 16 de febrero de 2019, después de la ceremonia, llegó el baile. Uno que tocó las fibras de todos los invitados. Uno moderno, ligero, en el que Andrea parecía levitando. Quizás, sí: quizás la felicidad la tenía en otra dimensión, en otro plano del universo al que pertenecen esas emociones tan difíciles de contar.

Yo quiero hacer vida contigo, ser amantes, ser amigos, cantaba la canción de Kany García como telón de fondo, mientras Andrea le regalaba miradas espontáneas y sutiles a Alejandro. Y ser la historia favorita que comparten los testigos, que conocen lo que somos y lo que antes fuimos, seguía la canción, mientras que los invitados, sus amigos y sus familias, que en definitiva, han sido sus testigos, dejaban al descubierto una que otra lágrima.

Para Alejandro fue la sorpresa y la sonrisa. No se lo esperaba, pero tampoco se detuvo: sonrió mucho y le dejó escapar una lágrima a su personalidad extrovertida. Lo demás fueron aplausos, gritos de euforia, fotos, filmaciones y una Andrea cantándole de frente: porque yo he nacido pa quererte, yendo hacia él y abrazándolo. Y al final de la canción, los dos, abrazados, bailando.

UN VESTIDO PARA FLUIR

Por supuesto, un matrimonio donde hay baile y bailarina, el vestido importa. Andrea baila, cuando está en su academia Upstage y cuando está en su vida. Su cotidianidad es bailar. Su hobby es bailar. Su infancia fue bailar. Tiene una personalidad efusiva, alegre, movida. Y la naturaleza, en su inmensa sabiduría, hace que las emociones, las que están dentro, fluyan, bailen con ella.

Tenía claro que Gina Murillo era la diseñadora que necesitaba. Se quería ver sexy, sensual, sin acudir a lo vulgar. Gina, que la escuchó por varias horas, que conoció su espíritu, que supo que viene de una familia de artistas (su papá canta, toca batería, piano, guitarra. Su mamá fue bailarina), entendió que Andrea necesitaba, sobre todo, libertad. Lo que para ella fue “una obra de arte”, para Gina fue tejer el carácter de Andrea con telas sueltas y ligeras, con un body de encajes y una espalda descubierta.

Un vestido que Andrea usó muchos días antes del matrimonio, con el que ensayó su baile, con el que armó el regalo para Alejandro. Después de pisarlo muchas veces, de descoserle varios hilos, Gina juró solo entregárselo un día antes. Y así fue.

De Alejandro, podemos decir que fue un traje a la medida, claro. Sin embargo, lo que realmente diferenció a este novio fueron sus sandalias. ¿La idea? De Andrea. Sandalias, porque estarían en la playa. Sandalias, porque zapatos y arena no cazan. Sandalias para él. De Arturo Calle.

UN SÍ EN COMPAÑÍA

Digitales. Por WhatsApp. Cuando los invitados, los 80 invitados abrían el link, se encontraban con un video de Andrea y Alejandro contándoles por qué se casaban en el mar, por qué eran ellos los compañeros de esa fiesta, por qué querían celebrar su amor en una playa. También, un poco de especificaciones: de cómo llegar, del hotel, del dress code, pero nada muy protocolario; más bien libre, descomplicado, sabroseado, como la manera en la que se gozan la vida este par de caleños.

Fue un video, quizás como respuesta a los muchos mensajes que sus amigos le grabaron el día que Alejandro le pidió que se casaran. Porque ese día, 28 de marzo, en el jardín de la casa de él, con un Cásate Conmigo, de Carlos Vives en versión acústica interpretada por un trío, Alejandro le pidió un parasiempre. Después, llegaron sus suegros, sus papás, su hermana, su perrita, como diciendo: siempre haremos parte de tu dicha. Y al final, llegaron sus amigos, por medio de una pantalla, de un video que había hecho él: si estás viendo esto es porque dijiste que sí, dijeron muchos. Quizás la invitación, en video, fue una forma de decirles: gracias por acompañarme, gracias por hacer parte de esta dicha. 

PALOMINO, DE RÍO Y DE MAR

Querían playa. Mar. Pero también energía limpia, que renovara. Pensaron en San Andrés, en Cartagena, en el Tayrona. Palomino, que tiene río, que tiene mar, que el primero desemboca en el segundo, que ambos se mezclan haciéndole honor a la maravillosa naturaleza. Palomino, que tiene palmeras y árboles, que tiene mucho verde. Palomino fue el lugar.

Los novios y varios amigos llegaron el viernes, un día antes del matrimonio. Ese día lo aprovecharon para hacer un paseo por el río, ese que se junta con el mar, ese que refleja la inmensidad natural. Con “guarito” y neumáticos recorrieron las aguas de una Colombia que pocos conocen. Esa también era la intención: que muchos más experimentaran la fortuna de tener un país tan folclórico, con una fauna y una flora únicas.

UN RITUAL CON BUENA ENERGÍA

Se casaron una semana antes, por la Iglesia, en Cali. Pero en Palomino, hubo tiempo para una ceremonia más espiritual. Y antes de eso, hubo tiempo para que sus amigas bailarinas, su hermana (melliza y bailarina), su mamá y su nana, le regalaran un ritual: una pequeña danza donde le entregaron varias piedras. Cada una representaba un don: la paciencia, la pasión, el amor, la libertad, la igualdad, la sabiduría.

Cuando llegó a la ceremonia, estaba cargada de la energía que era ella, de la energía que la representaba. Ahora, en la playa, Carlos Uriel, un guía espiritual de Cali, metió las dos argollas en agua como un símbolo de igualdad: cuando agregas una gota de agua a un vaso con más agua, ya no sabes dónde está esa gota. Ese ritual refleja la unión de almas. Después, se pusieron unas pulseras de flores naturales, para simbolizar que el amor florece cuando se cuida y, por último, unas cintas de color lila que significan armonía y serenidad. Una ceremonia sencilla, al aire libre, donde el viento y la arena se quedaron con los mensajes.

FIESTA AL SON DE UN AMOR

Esta es la historia de una bailarina que, además es caleña. Es la historia de Alejandro y Andrea, que se conocieron bailando bachata y salsa. Es la historia de dos mellizas (Andrea y Alejandra) que se ganaban todos los concursos de baile cuando eran pequeñas, que se disfrazaban de Gloria Trevi. Es la historia de dos almas —y muchas más— que viven la vida bailando la vida. De ahí que, en esta fiesta, las sillas y las mesas solo se utilizaran para comer todo lo típico: chivo, pescado, arroz con coco, arroz con camarones, patacón con suero, plátano dulce; pero para nada más. Porque de siete de la noche a seis de la mañana, la pista de baile estuvo llena. En la hora loca, llegaron sombreros wayúu (como una forma de contribuir con la cultura) y también tutús (ya sabemos por qué). Todo el tiempo, el movimiento y la fluidez fueron cómplices: incluso los meseros y meseras se vistieron con mantas. El 16 de febrero todos bailaron al son de un amor que tiene varias A.

UN FINAL EN EL MAR

Llegó el amanecer. Uno de sol rojizo, de cielo implacable. Y mientras tanto, la gente seguía bailando. Pero estaban en la playa, celebrando… El final, el después perfecto era en el mar. Se metieron, todos los que quedaban a esa hora. Incluyendo Andrea, claro, con su vestido de bailarina. Faltaba el mar por bailar y lo hizo… Para rimar con la canción, para ser la poesía de aquella letra.

Yo quiero ser tu compañera 
Y solo quiero sumar a tu vida 
Ser la espuma blanca en la arena 
Que vive acercándose a tu orilla.
ESTE TEXTO FUE ESCRITO POR JULI LONDOÑO PARA LLM.
(EN INSTAGRAM LA ENCUENTRAN COMO @CARECOCO). HERMANA DE PABLO, DE SANTIAGO, DE FELIPE. PERIODISTA, ENAMORADA DE LAS LETRAS HECHAS LIBROS, HISTORIAS, VIAJES, CANCIONES DE SABINA. SU FIRMA TIENE –SIEMPRE– UN ESPACIO EN LAS PÁGINAS DE ESTA LIBRETA MORADA.

Fotos: Jairo Gutiérrez - Mauricio Paz Fotografía.
Esta historia tiene un momento que puede resumir todo el tiempo, todo el espacio, toda la vida: el baile. También, todo el amor. Toda la ilusión. Todos los detalles

Comentarios

  • (57) 315 383 6348 + (57) 310 549 0848 info@lalibretamorada.com

  • Suscríbete

    Regálanos tus datos para inspirarte, para estar más cerca de ti. Queremos consentirte, llenarte de ideas, actualizarte, contarte muchas historias.

    Sí, acepto