Carta a Macarena

Apuntes

Te amo. Sé que empiezo como normalmente terminan las cartas, pero no quiero guardármelo para el final. Ya le pedirás a alguien en el cielo que por favor te lea en voz alta tantas cosas que tengo para decirte. Para agradecerte. No sabía cuál era el código postal de las nubes, entonces, como siempre me pasa cuando voy a comprar algo por internet, digité 00000 y creo que funcionó. Porque, además, prometí que esta no sería una carta triste.

Pienso mucho en ti. Todos los días. Y desde que nos dieron la noticia de que tu corazón dejó de latir, justo en la mitad del camino, cuando ninguno lo esperaba, empecé a escribirte para intentar sanar. Cuando deseaba que todo fuera un mal sueño me di cuenta de que estaba en medio de una película de miedo. Con la diferencia de que en la vida real no puedes salirte de la sala de cine, ni taparte la cara con un cojín. La vida no da la opción de cambiar de canal, pero algún día recordaré con cariño todo ese dolor y entenderé para qué llegó.

La muerte no puede negarse ni ocultarse ni deshacerse. Es el evento inevitable por excelencia. Lo que podemos transformar es la huella que deja en nosotros: lo que ella hace con nuestra vida

Estar embarazada es un acto de fe. Hoy leo un profundo dolor en las páginas de ese cuaderno de flores. Leo muchas angustias y culpas. Leo todos los detalles de lo que pasó, de lo que sentí. Reconstruí cada minuto de la semana anterior a esa ecografía intentando encontrar respuestas en medio del desconsuelo. ¿Será que me bañé con agua muy caliente?, ¿será que la lechuga de esa hamburguesa tenía una bacteria?, ¿será que pasamos muy rápido los huecos de la carretera?, ¿será que me dormí del lado que no era?, ¿será que salí muy tarde del trabajo ese miércoles?, ¿será que usé mucho el celular?, ¿será que me agaché mal haciendo ese ejercicio?, ¿será que no debí trabajar tanto? Que no tiene nada que ver una cosa con la otra, me dijo mil veces el ginecólogo. “No tienes la culpa de nada, Mariana”, sentenció. Y aunque me quitó bastante peso de encima, en el fondo es difícil creer del todo en ese estado.

Sentí que estaba a punto de enloquecerme, pero el psiquiatra todavía no ha encontrado indicios de locura en nuestras conversaciones. Me recetó abrazos. Abrazos y compañía. Me permití entender y aceptar la fragilidad de la vida. Me permití llorar, sentir dolor y transformar la rabia en tristeza. Me permití empezar a hacer un duelo muy íntimo, entender más sobre la muerte y su huella. Me permití dejar de compararme y aceptar que ninguna pérdida es sencilla cuando se ha amado, y que si bien la muerte no avisa y un hijo puede irse durante el parto, a los cinco años de vida o adulto, no por eso mi dolor debía ser menor. Me permití reconstruir de nuevo mi paz en homenaje a ti. Me permití leer e interiorizar que “aprender a ser feliz no tiene tanto que ver con lo que me ocurre sino con cómo lo recibo. No tiene tanto que ver con lo que nos pasa sino con cómo lo vivimos”.

Transcribí al computador todas letras que te dediqué a mano, pero decido no publicarlas textuales aquí porque el objetivo de esta carta no es levantar cicatrices ni asustar a mamás en embarazo. Te fuiste sin avisar, sin ningún síntoma que me alertara, sin dolor físico. Te fuiste de la misma forma que llegaste a nuestra vida, de manera inesperada y sorpresiva: una rayita, dos rayitas. Una bolsa, dos bolsas. Un corazón, dos corazones… un corazón. No quiero que esta sea una lectura prohibida en estado de gestación ni un artículo más de los casi cincuenta que me leí en internet sobre abortos espontáneos o muerte súbita. Quiero, en cambio, aprovechar para darte las gracias porque hoy siento que soy una mujer más fuerte. Porque a veces las cosas malas ocurren para recordarnos qué aspecto tienen las buenas. Porque resulta que no tenemos el control de todo. Porque aunque pienso que todavía no sé nada de la vida, esta me ha enseñado mucho más en el último mes que en 29 años. Porque aunque me cueste trabajo, cada día intento dejar de darle vueltas a las cosas para darle la vuelta a la situación completa. Porque siento que tantas lágrimas serán recompensadas en algún momento. Porque hoy soy más consciente de que los ritmos y las prioridades a veces cambian.

Porque tengo un motivo muy grande para seguir adelante. Un motivo, posiblemente cachetón como la mamá, en la panza: Pedro. Tan fácil y tan difícil luchar con dos sentimientos contrarios: la tristeza de tu partida y la felicidad de tener a tu hermano vivo. Los dos en mi barriga hasta el final, tú en forma de angelito y él en forma de esperanza, de roca fuerte, como su nombre. Cuando le hablo siempre le pido perdón por haber llorado tanto, pero yo sé que él entiende porque seguro a él también le haces falta acá adentro. Cuando nazca le contaré que tiene una hermanita melliza que se llama Macarena, una hermanita que tal vez dejó de vivir para hacerle el camino más fácil. Le diré que es un bebé arcoíris: “un niño que nace después de la pérdida de un bebé. Es el entendimiento de que la belleza de un arcoíris no niega la ferocidad de la tormenta. Cuando aparece un arcoíris no significa que la tormenta nunca sucedió o que la familia no está lidiando con su dolor. Lo que significa es que algo hermoso y lleno de luz apareció en medio de la oscuridad de las nubes. Las nubes de tormenta pueden todavía amenazar, pero el arcoíris provee un balance de color, energía y esperanza”.

Es verdad que todo pasa, hija. Que el sufrimiento es pasajero. Soy capaz de escribirte de nuevo, esta vez más tranquila, imaginando que estás en un cielo en el que abunda la alegría, el cariño y la paz. Siento tu presencia y alimento día a día los lazos de amor que nos unen. Lo hago porque aunque esto no se trata de “cerrar un capítulo”, es hora de retomar mi vida. De volver a sonreír. De vaciar el carrito de Amazon con las opciones de coches dobles y empezar una nueva búsqueda. De entrar a tu cuarto y pensar en cómo lo vamos a decorar. Por ti, por Pedro, por tu papá, por mí, por los abuelitos, por la familia, por los amigos. Porque todos merecemos volver a sentir esa alegría tan inmensa de antes. Porque no hay espacio para una depresión. Porque tengo una caja llena de regalos que nos han llegado y que no he querido abrir por miedo al dolor, porque muchos traen tu nombre. Las heridas del corazón sanan de forma gradual y hoy tengo la voluntad de dar un paso hacia delante. Porque ser valiente es la única opción y yo elijo serlo.

Ojalá, Macarena, en el colegio nos enseñaran a aprender a elegir los pensamientos cada mañana, a ser más fuertes, a permitirnos sentir tristeza, a entender que las lágrimas sanan y que no pasa nada si lloras. Ojalá en el colegio enseñaran más sobre el dolor, sobre sentimientos, sobre retos emocionales, sobre pérdidas, contratiempos amorosos y miedos que no se van. Sobre cómo seguir adelante con un corazón roto, sobre saber pedir un abrazo a tiempo, sobre sonreír y reconocer que estás triste, pero un poquito menos que ayer. Ojalá en el colegio nos enseñaran más a apreciar lo que de verdad importa. Que amas a tu esposo ochenta veces más que el día que te casaste. Que tus papás te llamen, cada día, y si son varias veces mejor, porque no hay nada como su voz para hacerte sentir bien. Que estar rodeada de amor es la única opción, y en esa búsqueda descubres que no estás sola, que tienes amigos que te cuidan, te acompañan, te protegen, te cubren, te entienden, te fortalecen con las palabras indicadas. Que siempre habrá un motivo para seguir, que la voluntad divina no se cuestiona, se agradece y que a los días negros hay que aprender a ponerles mucho color.

Antes de terminar, quiero pedirte que por favor les digas a Dios y a la virgencita que ya no estoy brava con ellos. Que me disculpen por dudar, por reclamar, por alejarme. Diles, también, que hoy quiero creer que escucharon tanto mis oraciones que lo que te pasó, por alguna razón que más adelante entenderé, fue lo mejor para todos. Diles que pongo en sus manos (y en las tuyas) la vida de Pedro, el embarazo, el parto y su niñez, para que sea un bebé sano y feliz. Diles que les pido que por favor acompañen y alivien el dolor de todas las mamás que en silencio han pasado por lo mismo que yo. Durante este tiempo me he sorprendido con la cantidad de historias durísimas de tantas de ustedes, mujeres fuertes. El aborto es un tema tabú, triste y muy solitario. Quise escribir un post muy personal sobre esto porque tu partida me marcó, pero, al mismo tiempo, me enseñó a ver la vida de otra manera.

Hija, no te quedes en el corazón, asómate un ratico en mis ojos y mira lo bonita que es la gente que tenemos a nuestro alrededor. Juntas descubrimos su lado más humano y logramos sorprendernos. Gracias por todas las llamadas, los mensajes, las flores, los libros, las velas, las cartas, los chocolates, las bombas, las medallitas, las novenas, los almuerzos. Gracias por las clases de meditación, de yoga, de duelo. Gracias por las sesiones con la bioenergética, por estar pendientes siempre, por la paciencia con esta Libreta morada que a las malas tuvo que aprender a bajarle al ritmo, a posponer proyectos. Gracias esposo, familia, socios, amigos y proveedores por tantos gestos de amor. Me han conmovido y fortalecido, además de agregarle varios dígitos a la balanza de kilos emocionales. 

Con más amor y agradecimiento que dolor, para un angelito en el cielo que tiene un pedacito de mamá y de papá. 

Mariana 

El dolor llena de lluvia los ojos, mientras el amor y la gratitud llenan de luz el corazón: lluvia y luz crean un arcoíris cuando hacemos un duelo, el símbolo de conexión entre la tierra y el cielo

Comentarios

  • Andrea E 21-10-2018 19:10

    Este post me tocó el alma me hiciste brotar lágrimas, pero como dice ser tu, no de tristeza sino de tranquilidad, valor y paciencia. La vida se nos pasa mientras la planeamos y aunque a veces se nos dificulte entender el porqué pasan las cosas, no hay nada que el tiempo no nos lo explique. Creo que todo lo que escribiste es la medicina para cualquier duelo en la vida que vienen en todas las formas y colores, pero siempre con un carácter especial: el factor sorpresa Te mando la mejor energia!

  • Gissela 22-10-2018 06:10

    Ufff y con esa carta a tu hija, haces una hermosa reflexión de vida para todos! Que difícil es aceptar, retomar y continuar, pero no es imposible, porque aunque estemos ciegos e inmersos en el dolor, rabia o desasosiego siempre tendremos una luz que nos está mostrando el camino para seguir adelante...gracias! Bendiciones

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